Puntuació: ★★★★★
La confusión gobierna en el
panorama cinematográfico actual, en el cual es cada vez más difícil
distinguir las ideas originales de los clones y los refritos, que se
camuflan con mayor o menor disimulo en las salas de todo el mundo. Como
en Blade Runner, cada vez están más extendidos, ocultos entre
la masa, unos replicantes de irregular factura entre los cuales es
difícil encontrar propuestas que se desmarquen de una tendencia general
destinada al consumo masivo, sin un atisbo de personalidad artística. Y
es que igual que ignoramos si los androides sueñan con ovejas
eléctricas, sabemos que las productoras sí sueñan con infinitas
recaudaciones, demasiado a menudo en detrimento de la calidad de sus
productos, y con esto del respeto a sus originales.
Las Majors norteamericanas son sin duda las mayores representantes de ello; con bucear unos instantes por la red podemos encontrar unos cuantos centenares de proyectos con los que nos bombardearán próximamente. Remakes y compañía caerán del cielo, lloviendo sobre mojado, entre los cuales podremos encontrar americanizaciones de las españolas Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), por ejemplo, o El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), que adaptarán Paul Haggis y Mark Hellington, respectivamente. También encontraremos americanizaciones de cine francés e italiano, con las adaptaciones de 13 Tzameti (Géla Babluani, 2005) y Suspiria (Dario Argento, 1976), que dirigen el mismo Géla Babluani y David Gordon Green. Sin embargo, lo que más abunda en este campo son las reamericanizaciones, esto es, relecturas de títulos originalmente norteamericanos entre los cuales ni las vacas sagradas se salvan. Efectivamente, películas como Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock o Perros de paja (1971) de Sam Peckinpah serán próximamente reinventadas en un peligroso ejercicio de profanación con todas las papeletas de resultar tan fallido en su calidad artística como exitoso en cuanto a su rentabilidad económica.
Las Majors norteamericanas son sin duda las mayores representantes de ello; con bucear unos instantes por la red podemos encontrar unos cuantos centenares de proyectos con los que nos bombardearán próximamente. Remakes y compañía caerán del cielo, lloviendo sobre mojado, entre los cuales podremos encontrar americanizaciones de las españolas Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), por ejemplo, o El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), que adaptarán Paul Haggis y Mark Hellington, respectivamente. También encontraremos americanizaciones de cine francés e italiano, con las adaptaciones de 13 Tzameti (Géla Babluani, 2005) y Suspiria (Dario Argento, 1976), que dirigen el mismo Géla Babluani y David Gordon Green. Sin embargo, lo que más abunda en este campo son las reamericanizaciones, esto es, relecturas de títulos originalmente norteamericanos entre los cuales ni las vacas sagradas se salvan. Efectivamente, películas como Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock o Perros de paja (1971) de Sam Peckinpah serán próximamente reinventadas en un peligroso ejercicio de profanación con todas las papeletas de resultar tan fallido en su calidad artística como exitoso en cuanto a su rentabilidad económica.
Con todo esto, estos días se estrenaba The Thing (Matthijs van Heijningen Jr.), metaremake –esto es, remake de un remake– de La cosa (1983) de John Carpenter, que a su vez versionaba a El enigma de otro mundo
(1951), de Christian Nyby. Como decíamos, hay remakes carentes de
encanto, robóticos, como hay también, en menor medida, los que aun
basándose en una obra anterior derrochan personalidad, denotan un
trabajo e intenciones creativas que aun coartadas por su condición de
revisión no escatiman en recursos hacia la búsqueda por lo singular y
subjetivo. El caso de The Thing es curioso por dispar. La obra de
Carpenter consiguió no sólo desmarcarse de su predecesora; se construyó
una identidad propia que actualmente conserva y se ganó la consideración
de clásico del terror. Por el contrario, la nueva Cosa del novel van Heijningen se hace pasar por precuela siendo un mero remake
poco agraciado, entretenido a ratos nada más, tan falto de personalidad
como sobrado de oficio. La actuación de Mary Elizabeth Winstead, unos
efectos especiales cuidados, y una escena ci-fi de cosecha
propia son los máximos incentivos que nos brinda la película. Y es que
The Thing es en definitiva solvente, correcta en todas sus facetas,
exenta de pretensiones y por ello digerible en su conjunto, y aunque sus
glaciares sean huecos y sus personajes estén vacíos, no le achaquen la
culpa a nadie más que a quien pretende freír lo frito.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada