Puntuació: ★★★★★
Los tics navideños están a la
vuelta de la esquina y por eso todo empieza, desde hace unos días, a
oler a turrón. La parafernalia papanoelísticofindeañera,
reyesmaguna y pesebrística acarrea, como siempre, los benditos valores
confraternales que suscitan estas fechas, en las que también los mayores
tópicos tienen cabida. Cuentos de Navidad a mansalva inundan pantallas
de todos los tamaños, y entre ellos lo difícil no es encontrar uno que
se desmarque, si no uno que lo haga con éxito. Efectivamente, hablamos
de películas, algunas más ingeniosas que otras en su interpretación de
las fiestas de la sonrisa automatizada y la felicidad por antonomasia.
Las hay que consiguen reformular los relatos, léase Pesadilla antes de
Navidad, léase Rare Exports, las hay que lo intentan, El Grinch o Bad
Santa, y las hay que se limitan a reseguir la misma línea previamente
trazada una y otra vez. Arthur Christmas se pasea entre el primer y el
segundo grupo como Pedro por su casa; flirtea con lo original sin
desprenderse de su eslogan impolutamente navideño, en una conjugación
irregularmente formulada entre el cuento de Navidad al uso y su
pertinente modernización.
Arthur Christmas es una
reinterpretación del archimanoseado Papá Noël en su faceta visual y
también argumental: la técnica y animación, como ya viene siendo
habitual, son un regalo para la vista, impecables en su factura. Su
trama, en cambio, aún teniendo un par de gags francamente divertidos, y
llena de esas buenas intenciones tan propias de tan señaladas fechas,
resulta algo fallida en su pretendido rejuvenecimiento. Si el film
quería actualizar la historia de Santa Claus, su logro es más bien
superficial: dadle un Smartphone al abuelo y ya lo tienes a la última.
El problema aquí es que no hay atisbos de modernización en sus queridos
valores, que se centran en el grueso de la historia dejando al
descubierto ciertos dejes sexistas –en una ocasión Santa Claus agradece a
su mujer que «haga amablemente todas esas cosas que las esposas hacen
cuando sus maridos trabajan»–, e incluso belicistas –sólo hace falta ver
la vestimenta de los personajes– que lastran sin duda no sólo dicha
modernización sino lo positivo del mensaje, al que sólo se puede aprobar
haciendo la vista gorda y obviando demasiados detalles.
Así es, la Operación regalo
proclama con rigor militar el espíritu navideño, cayendo de cuatro patas
en su propia contradicción. Los valores que emana –ningún niño sin un
regalo, lucha por tus convicciones– y su interesante planteamiento en
relación a los personajes –ninguno de ellos es absolutamente bueno ni
rematadamente malo; todos están bien matizados en este aspecto– quedan
empañados por esta desidia o complacencia en la que debería ser una
trama delicadamente confeccionada, que al final no puede evitar
despertar en el espectador un sabor agridulce, de lo que pudo ser y no
fue, teniendo en cuenta además que produce Aardman, responsable de
Wallace y Gromit y compañía. En definitiva, y a modo de conclusión, se
podría decir que Arthur Christmas es tan indudablemente entretenida como
fácilmente rebatible, y es que no es lo mismo teñir de rojo la
indumentaria del Viejo de Pascua que ponerle, directamente, una boina
militar.
Lo mejor: la bien lograda psicología de los personajes.
Lo peor: el sospechosamente conservador trasfondo de su trama.
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