Hace ya algún tiempo que nos
llega desde Asia un fuerte olor a sangre y sudor que invade
progresivamente nuestras salas de cine, y aunque parece que aún no se ha
manifestado con toda su magnificencia, da la sensación que lo puede
hacer en cualquier momento. No hablo de terror a la japonesa ni de
coreografías bollywoodienses, unos demasiado explotados y los otros
demasiado poco. Hablo del cine negro surcoreano, tan negro y tan
violento. Efectivamente, poco a poco traspasan el filtro
intercontinental más obras de género provenientes de Seúl y cercanías
que, como la pirotecnia china, fascinan por su explosividad. Si el año
pasado se proyectaba en algunas salas Encontré al diablo, de Kim
Ji-woon, manchando de hemoglobina hasta al más insensible y dejando sin
respiración al más hiperventilado, este año llega a nuestros cines la
enorme The Yellow Sea, una película que fríe los nervios del público con
su sentido de la acción y su intensidad, incesantes hasta el último
minuto de metraje, y que prueba de forma irrefutable la posición de
Corea del Sur como una de las grandes potencias cinematográficas.
La historia empieza en una zona
muerta, fronteriza entre Corea, China y Russia, en la que la tendencia
migratoria es el pan de cada día. Los desplazamientos masivos hacia
grandes ciudades chinas o coreanas acarrean indefectiblemente la
generación de mafias locales, expertas explotadoras del fenómeno social.
El protagonista, un taxista que malvive acosado por las deudas y la
desazón en la interminable espera de noticias de su mujer, emigrada a
Seúl, es contratado para asesinar a alguien a cambio de la posibilidad
de cruzar la frontera y verse con ella… Si el planteamiento nos podría
remitir a Scorsese, Mann o De Palma, su factura se encarga de
desmarcarse de todos ellos revelándose con una voz propia portentosa,
tan grave como rejuvenecedora de un género demasiado enclaustrado en
nombres veteranos. Na Hong-jin, guionista y director, se crece en todo e
insufla al film una fuerza y nervio insólitos que conforman en la obra
dos facetas cuidadosamente construidas; la de un potentísimo producto de
entretenimiento, y la de un arrebatador retrato social. Y es que la
obra se destapa enseguida como una obra compacta, sólida tanto en los
aspectos artísticos como técnicos y sobresaliente en su conjunción.
The Yellow Sea es, en
definitiva, una película brutal y delicada que cerca la consideración de
obra maestra y que invoca a Na Hong-jin a ser uno de los más destacados
realizadores de la actualidad.
Lo mejor: uno se lo pasa bomba en el cine, nunca mejor dicho.
Lo peor: diminutas, casi insignificantes, rendijas en el guión.
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