Puntuació: ★★★★★
Las descripciones históricas
requieren siempre un alto grado de compromiso, no sólo con la realidad,
sino también con el contexto en el que se llevan a cabo. La narración de
un conflicto tiene que ser siempre consecuente y saber contemplar con
especial delicadeza todos los elementos que la componen. En este
sentido, las guerras son particularmente susceptibles de ser contadas
desde la frivolidad, hechos gratamente explotables en lo cinematográfico
que se convierten automáticamente en un producto de puro ocio. Sin ir
más lejos, la demonización casi irracional que se emplea en muchas
películas hacia la Alemania nazi deviene una excusa para reducir
conceptos a la mínima expresión, minimizándolo todo al bien y el mal.
Grandes nombres del cine han caído en la trampa de la futilidad en lo
que a la descripción de conflictos armados se refiere, prescindiendo con
mayor o menor intención de la carga de drama real que dicho conflicto
ha generado. Hablo de títulos como Malditos Bastardos, La Chaqueta
Metálica, con la que Kubrick –a diferencia de su Senderos de Gloria– se
deja llevar por la euforia cinematográfica obviando en demasía su
responsabilidad como comunicador, o de En tierra hostil, de Kathryn
Bigelow, que omite por completo cualquier mensaje o posicionamiento y se
beneficia sin pudor de una desgracia que no le es ajena, al igual que
lo hiciera Stallone con sus lamentables secuelas de Rambo.