Puntuació: ★★★★★
Navegar en el mar del convencionalismo artístico es sumamente fácil; uno se deja llevar por una brisa en ocasiones agradable, en otras irritante, que lo máximo que despeina es un tupé falto de gomina y que hace llegar siempre a la hora programada al puerto programado, que es el olvido prematuro. Nada que reprochar de ese tipo de entretenimiento si no fuera por su sobreabundancia en las salas y en el mundo, perdonable en este caso por las hermosas faces que lo condimentan. Sí, ese es nomás un envoltorio pero qué más da, nadie espera más que eso, pasarlo bien una horica y media viendo a Gerard Butler y su sonrisa de díscolo bonachón, padre impuntual y bla bla bla, y a las monas de Jessica Biel, Uma Thurman y Judy Greer más, sobretodo, la esplendorosa Catherine Zeta-Jones, que sigue siendo una divinidad con patas. Lo tomas o lo dejas, uno sabe a lo que va así que no hay decepción que valga.
Un buen partido es pura
brisa, un paseíllo calmo e insustancial por las transitadas rutas del romanticismo
estándar, a las que no abandona ni un segundo. Y es que la nula originalidad
del guión de Robbie Fox es algo casi insólito, no tanto por el marco
–estadounidenses hablando de soccer, poco habitual– como por su estructura, tan
acotada como los pasos de una sardana. Sea como sea, la de Muccino es una
película inofensiva, ni molesta ni demasiado larga, que se traga con facilidad
y confirma, además, la divertida dualidad de Butler, equilibrista entre el
machotismo extremo de 300 (Zack
Snyder, 2007) o Un ciudadano ejemplar
(F. Gary Gray, 2009) y la sensiblería
romántica de Posdata: te quiero
(Richard LaGravenese, 2007) o la que hoy nos ocupa. Todo un highlander.
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