12 d’ag. 2012

Crítica a Hysteria

[Publicada a Tu peli (15/06/2012)]

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Parece que el cine británico está echando una ojeada últimamente a los archivos históricos para leer algunas letras pequeñas, paréntesis y notas a pie de página que tendían a obviarse o pasaban desapercibidas. Resulta de ello un cambio ya no tanto del rigor, sino de la óptica con la que se enfocan algunas de las últimas producciones de época inglesas, en las que parece que los estrógenos van acomodándose, por fin, en sus correspondientes asientos. Hablo de un cine histórico y costumbrista que habla en clave femenina alejado de tabús, pudores y demás obstáculos para centrarse en realidades trascendentes o banales, pero en todo caso prácticamente inéditas. Hace algunas semanas podíamos verlo en la película de Rodrigo García, Albert Nobbs, o en las dos nuevas adaptaciones de las novelas de las hermanas Brönte, Jane Eyre (Cary Fukunaga, 2011) y Cumbres borrascosas (Andrea Arnold, 2011), y ahora lo vemos en la entretenida Hysteria, tercera incursión en dirección de Tanya Wexler que relata la invención del primer vibrador poniendo de manifiesto el sinsentido social que hasta mediados de siglo XX se vivía respecto a la sexualidad femenina. El orgasmo de ellas –llamado entonces paroxismo histérico–, el diagnóstico médico de la llamada Histeria y su consideración como enfermedad quedan perfectamente plasmados en el film, así como las particulares sesiones terapéuticas que se les practicaba a las señoras de finales de siglo dieciocho.

Wexler describe todo ello sin buscar nunca la senda de la controversia; el argumento es simpaticón y fácilmente digerible y el tratamiento de la sexualidad implícito, observándolo todo con el ojo en absoluto lujurioso de quien realiza una investigación científica. Lo que no puede evitar la directora, no obstante, es que todo el interés del film recaiga sobre su contexto social y sexual más que en la principal trama, que al fin y al cabo es la clásica historieta de amores improbables azucaradilla y conformista. Cumple ésta su función de pretexto mientras se gesta con solemnidad el que será uno de los más célebres juguetes sexuales, generando un curioso contraste entre lo inocente y lo rígido de la sociedad decimonónica. El guión de Stephen Dyer y Jonah Lisa Dyer sabe, en este sentido, extraer toda la comicidad de la situación sin perder la compostura ni sus motivaciones reivindicativas, en un efectivo ejercicio de cine ocioso con trasfondo.

Conducen el relato con solvencia Hugh Dancy, al que veíamos recientemente en Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011) y que interpreta al ocurrente médico Joseph Mortimer, y la neoyorquina Maggie Gyllenhaal, que se encarga abanderar el movimiento feminista a lo largo del filme. Ambos representan el progresismo en una sociedad cerrada y ridícula que Wexler, desde la distancia, denuncia y caricaturiza.

Lo mejor: las agradables terapias contra la Histeria.

Lo peor: lo convencional de la trama principal.

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