11 de març 2013

Crítica a Infancia clandestina

[Publicada a Tu peli (12/2012)]

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Puede resultar hasta frívolo criticar según qué obras, aunque el enfoque de éstas sea estrictamente formal, porque lo que cuentan trasciende valores técnicos y artísticos, lejos de las habituales ligerezas que nos permiten juzgar sin mucho pesar, abundantes en cualquier sala. Es el caso de Infancia clandestina, relato que tiene mucho de autobiográfico en el que el coguionista y director, Benjamín Ávila, nos cuenta la vida de un chico de doce años en plena dictadura argentina, hijo de guerrilleros peronistas. Poco puede reprocharse del guion de Ávila y Marcelo Müller sin caer en la suficiencia; la contextualización se intuye precisa, período de represión y clandestinidad, años setenta feístas y especialmente convulsos en América latina, igual que el punto de vista protagonista, preadolescente pretendidamente ajeno a todo ello pero inevitablemente influenciado por los acontecimientos.

Ávila acoge a ese chico, Juan –buena interpretación de Teo Gutiérrez Moreno–, para narrar hechos históricos como hicieran Miguel Ángel Bernardeau y compañía en Cuéntame cómo pasó, sin voz en off ni recurrente primera persona pero acudiendo, eso sí, al contraste entre la terrible realidad y la inocencia infantil, algo que si bien es aprovechado a menudo como atajo lacrimógeno, tiene aquí justificación por ser del mismo director del que se habla. El guion no consigue esquivar, sin embargo, la sensación de exceso en algunos momentos, más por teatralizado que por irreal, aunque no lastra el conjunto ni se deja llevar por los torrentes del lloro fácil. Sí que evita la película entrar en profundidad en juicios de valores; se da un contexto histórico en el que están muy claros los puntos de vista y las circunstancias en las que se encuentran los protagonistas pero no hay un discurso político detrás, más bien la descripción desde la inevitable subjetividad. Sí que es reivindicativo Ávila hablando de la infancia y la prematura pérdida de ella, hasta qué punto la ilusión vital deviene hastío cuando un niño vive condicionado por guerras de adultos, y eso es quizás lo mejor de la película, tratado de forma implícita, sutil.

Centrándonos ahora sí en aspectos técnicos, el film de Ávila es algo irregular. La fotografía de Iván Gierasinchuk otorga al film una potente dimensión artística y formal, con luces calculadas y constantes tonos verdosos, que en ocasiones se pierde, por ejemplo, con fragmentos animados que parecen inacabados, poco pulidos. Por otro lado, el principal elenco, completado por Natalia Oreiro, Ernesto Alterio y César Troncoso, cumple con creces aun con esa puntual teatralidad, solidificando el conjunto del que es un firme candidato argentino a los Goya y los Oscar.

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