
Puntuació: ★★★★★
A nadie le pasa por alto que Nicolas Cage no está en su mejor momento de forma, y en Contrarreloj se confirma esta tendencia, que si bien parece que no afecta demasiado a su condición de celebridad a quien los encargos nunca le escasean, sí que se deja ver en la calidad de sus últimas actuaciones. Ya sea versión Motorista Fantasma o caballero En tiempo de brujas, lo cierto es que Cage se ha dedicado últimamente a lo menos atractivo del hit parade hollywoodiense, dividiendo al personal entre quienes lo consideran un actor malogrado y quienes por el contrario lo ven más bien sobrevalorado. Bien distinto es el caso de Simon West, realizador especializado en la acción más bien impersonal de la talla de Lara Croft: Tomb Raider (2001) o The Mechanic (2011) que sin embargo sí que ha sido recientemente valorado por sus Mercenarios 2, película que festeja la acción por la acción con la pirotecnia más pasada de vueltas, y hasta cierto punto autoparódica, de los últimos tiempos.
Ambos encabezan la lista
de nombres propios responsables de Contrarreloj,
thriller callejero que como su nombre indica transcurre a toda prisa sin
plantearse siquiera una pausa. West y Cage ruedan una película principalmente
espitosa a la que parece que le falte el aliento para explicarse; avanza el
metraje a ritmo de videoclip chorreando testosterona por los cuatro costados,
nonstop de leches y diálogos de tres frases. Más allá de algunas escenas de
acción –principalmente la inicial–, el resto del film es todo peso pluma, desde
la fotografía hasta las actuaciones, el guión o la banda sonora. La apocada
ambición de lo último de West se ve ya con el argumento: un ladrón de guante blanco
(Cage) es encarcelado por la FBI, y ocho años más tarde sale con la intención
de ser mejor persona y padre… pero los fantasmas del pasado volverán para
hacerle la vida imposible, deviniendo un save
the princess infinitas veces visto que ya este año habíamos revisitado con
la agraciada producción francesa Cuenta
atrás (Fred Cavayé, 2010). Sólo la cochambrosa guarida de la doncella y su
pulgoso y desquiciado antihéroe –mención especial a un Josh Lucas más que
digno– se desmarcan del tópico más manido.
Sea como sea, no se puede
negar la calidad de Simon West como animador de horas-y-media domingueras,
dotando siempre a sus películas de suficiente pólvora como para que el tiempo
pase volando. Y aunque esta última producción sea una irrisoria aportación al
cine por sus escasas aspiraciones artísticas y nula originalidad, no puede
negársele su franqueza en tanto que película de acción al uso, ni decepcionante
ni insatisfactoria para cualquiera que busque noventa minutos de puro y llano
entretenimiento adrenalínico.
Lo mejor: Josh Lucas,
ojeroso y hecho polvo, le da un punto hasta cómico a la trama.
Lo peor: las escenas finales, cogidas por los pelos.
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