13 de nov. 2012

Sitges, día 1: Cadáveres y mafiosos

[Publicat a Tu peli (10/2012)]

El ambiente mañanero era hoy en Sitges distinto a lo que se suele ver aquí; caras inocentes y angelicales inundaban la entrada de un Auditorio en el que suele haber de todo menos caras inocentes y angelicales, y mucho menos a las nueve de la mañana. Ello se debía a que el festival habría sus puertas primero a los niños que venían de varios colegios para ver la película de animación japonesa After School Midnighters (Hitoshi Takekiyo, 2012), que forma parte de la sección Sitges Family y que por las caras de los pequeños espectadores a la salida parecía que había gustado. Mientras tanto, yo empezaba mi Sitges particular con el corazón partido ante la imposibilidad de ver todas las películas que el primer día ofrecía, pero éste es un festival de infinitos títulos y más vale asumir de buen principio que no se podrán ver todos.

Así que me he decantaba por El cuerpo, película inaugural y ópera prima de Oriol Paulo de estética clásica y estructura sencilla que aboga por el tirón de su historia y reparto –con los habituales del género José Coronado, Belén Rueda y Hugo Silva– como atractivos principales. Tanto es así que no se preocupa de desprenderse de ninguno de los clichés que inundan últimamente el thriller español, tan bien facturado pero tan falto de frescura. Títulos recientes como Dictado (Antonio Chavarrías, 2012), Los ojos de Julia (Guillem Morales, 2010), No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011), Grupo 7 (Alberto Rodríguez, 2012), etcétera, abordan argumentos similares al de El cuerpo de formas similares, siguiendo una tendencia que tiene sus cimas pero que empieza a resentirse en su reiteración. En este caso se nos habla de un policía con dejes agresivos que investiga la desaparición del cadáver de una excéntrica millonaria y encuentra en su marido un sospechoso en potencia. Si bien la obra de Paulo tiene sus propios incentivos –una trama clara, que no desfallece y sabe conservar el interés del espectador, al que regala de vez en cuando trazos de humor sutil y agradecido, además de una Belén Rueda en un papel desenvuelto y distinto al que estamos acostumbrados–, ésta no compensa la cantidad de tópicos y dejà vus que a lo largo de la película vemos, desde la figura del policía introvertido y desdichado hasta la constante lluvia que tantos desafortunados apagones y estragos ha causado a lo largo de la historia del cine, por poner dos ejemplos aleatorios. Tampoco ayuda una música excesivamente dramatizada y una dirección actoral que se adivina aun tierna, aunque existe el potencial en el joven director y su equipo, y sólo hace falta una buena historia, algo más alejada de los cánones habituales, para que el talento reluzca. En fin, de momento nada nuevo bajo el sol, más que la consolidación de un cine que funciona pero que necesita ser más ambicioso.


A otra división juega Nameless Gangster, cine negro a la coreana que se cuece a fuego lento y relata el auge y caída cual Tony Montana de las mafias que hasta principios de los noventa dominaban parte del país asiático. Por su ritmo reposado y su cuidada ambientación, podría recordar la celebrada obra del también surcoreano Bong Joon-ho Memories of Murder (2003), aunque la que hemos podido ver hoy en Sitges es de mucha más fácil digestión, no por ligera sino por alejada de las excentricidades de Joon-ho. Protagoniza el film Choi Min-sik, actor que dejó a todos helados hace un par de años por su papel de psicópata en la violentísima Encontré al diablo (Kim Ji-woon), y que en este caso encarna a un funcionario corrupto que hace de puente entre la mafia y los poderes del Estado. De empaque sólido y portentoso, Nameless Gangster corrobora una vez más la calidad del cine de género proveniente del país asiático.

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