18 de març 2013

Crítica a The Master

[Publicada a Tu peli (01/2013)]

Puntuació: 
 

Muy pocos peros pueden ponérsele al cine de Paul Thomas Anderson; sus cimientos son puro acero y su construcción de lo mejor en arquitectura vanguardista, tan sólida como singular, preparada para aguantar el paso del tiempo sin perder ni un ápice de su consistencia en tanto que obra de cine, arte en definitiva. Reconoce el mismo director en una reciente entrevista que hay harta improvisación de los actores en sus films, pero hasta eso se adivina calculado, expresamente consentido. Todo lo demás, desde el montaje hasta la fotografía, desde el guion hasta la banda sonora, es un brillante cóctel de savoir faire academicista –en el mejor sentido de la palabra– y osadía artística, una fábrica de clásicos modernos que sigue en plena forma. The Master así lo confirma, film que de nuevo escribe y dirige Anderson y que cuenta esta vez, además, con tres impagables pilares en su reparto: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams, los tres espléndidos.

Lo que nos cuenta The Master, el nacimiento de cultos pseudocientíficos, casi familiares, al acabar la Segunda Guerra Mundial, nos puede recordar en clave actual a la última incursión cinematográfica de Kevin Smith, Red State (2011), o a la historia de los Phelps que nos describía Jordi Évole en su Salvados, evidentemente a otra dimensión. Anderson habla en este caso de la Cienciología –aunque nunca se cite explícitamente–, describiendo los primeros pasos hacia la consolidación de una institución que a día de hoy aglutina poder y seguidores pero que cincuenta años atrás apenas sostenía su líder, aquí un Hoffman impecable. Habla así de la concepción de ésta como también lo hace, muy importante, del contexto. No se entendería la historia de la misma forma si su escenario no estuviera tan delicadamente confeccionado, sin obviedades pero perfectamente real; estética cincuentera, clima convulso de post-guerra… Es por eso que Anderson toma como protagonista a un veterano algo perturbado –Phoenix– y lo traslada, casi por casualidad, hasta el carismático líder de La Causa, Lancaster Dodd. La combinación es explosiva, tanto en su construida ficción como en el resultante duelo interpretativo, lleno de un histrionismo contenido que a ambos les viene como anillo al dedo, rebosantes de disimulado gozo. No obstante, buena parte de la culpa de ese exacto marco también la tiene Jack Fisk, director de producción que repite tras la genial Pozos de ambición (2007), así como las influencias directas de films como Let There Be Light (1946), documental de John Huston sobre los traumas militares en los que Anderson se inspira para describir el personaje de Phoenix, Freddie Quell.

Repite, de la misma forma, Jonny Greenwood con una banda sonora que pierde peso pero no calidad respecto a su precedente colaboración con Anderson, renunciando a las influencias kubrickianas de Pozos de ambición y tornándose más calma y envolvente, aunque nunca impersonal. Nada que objetar, en todo caso, de esta mayúscula obra que, como el cine de los Coen o David Fincher, exhala calidad por todos lados; da la sensación que todo es premeditación, cada minuto, cada segundo es a propósito, sin fisuras ni fugas de ningún tipo. Sólo peligra su éxito por su propia complejidad, y es que lo que relata es a fin de cuentas extraño, frígido como sus personajes, susceptible a la misma incompatibilidad social que pretende mostrarnos.

2 comentaris:

  1. ;) ! Vi ahora el corto que me mostraste en la tarde! Está super! Ahora duermo, pero luego te lo comento! ajaja espero leer alguna crítica o un análisis sobre ello!

    Coni Vallejos

    pd: estaba en la puerta en el femcine ajjaja por si no me recuerdas

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    Respostes
    1. Hola! Sí, claro que te recuerdo! Me alegro que te gustara el corto :) A ver si escribo algo al respecto... jeje Nos vamos viendo! Beso!

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