El quinto día en Sitges pintaba incluso mejor que el anterior, igualmente variado pero marcado por dos títulos hacia los que tenía especial interés. El primero, cómo no, era lo nuevo del malote de Rob Zombie. Ya con su ópera prima, la psicodélica, bizarra y desquiciada La casa de los 1000 cadáveres (2003), abrió un hueco en mi corazón que, vale decirlo, hasta ahora no había conseguido volver a llenar. Sus Halloweens (2007, 2009) y su Superbeasto (2009), aunque apreciables, no conseguían llamarme la atención como lo hicieron la mencionada Casa de los fiambres y la segunda parte, Los renegados del diablo (2005), y todo apuntaba a que con The Lords of Salem me reconquistaría. Honda decepción, la mía, después del pase. Ni rastro de la psicodelia, ni rastro de la violencia frívola y el desquicio argumental, ni rastro en definitiva de ese Rob Zombie joven y primerizo. Àngel Sala, director del festival, decía vía Twitter que esta película era el comienzo de algo muy grande. No le quito la razón a Sala; The Lords of Salem tiene buenos apuntes e intenciones, pero el resultado, de momento, es fallido. El problema, básicamente, es que deja frío. Ni horror, ni asco, ni angustia, ni lástima, ni siquiera risas; la de Zombie es una obra emocionalmente impermeable que habla de brujas y satanismo pretendiéndose profunda, buscando el lucimiento de su protagonista, Sheri Moon Zombie, y acercándose al clasicismo formal, pero nada acaba de funcionar como debería. El potencial lo tiene, también la imaginería –la figura de Satanás y la imagen final, memorables–, por lo que quizás sea mejor tomarse esta obra como una transición… Sea como sea, parece que no fui el único que se llevó un chasco porque en el pase matinal se oyeron más silbidos que aplausos.

Por suerte, iban a salvar el día dos peculiares películas indie, una norteamericana y la otra española. La primera, Safety Not Guaranteed (Colin Trevorrow), es una comedia protagonizada por Mark Duplass –al que veíamos hace poco en El amigo de mi hermana (Lynn Shelton, 2011)– que sigue esa tendencia tan tópica del cine indie yanqui del personaje rarillo, outsider-social-comprendido-solamente-por-otros-freaks-como-él-que-sólo-podrían-aparecer-en-el-cine-indie. En este caso funciona, creando el director un cariñoso alegato hacia los pirados con algo interesante que decir que se encuentra a medio camino de la comedia dramática y la ciencia ficción de andar por casa. Por otro lado estaba Animals, ópera prima de Marçal Forés producida por Escándalo Films que explica los problemas existenciales de un adolescente confuso y aturdido. No es tanto el tema como la forma en que el director lo aborda lo que hace atractiva la película, repleta de tics noveles pero muy atrevida formal y estructuralmente. Hay momentos del metraje que, por su atmósfera malsana y su cámara orgánica recuerdan a los últimos Triers, y momentos que por el contrario todo se infantiliza. Muy interesante, en todo caso, la primera incursión de Forés en el largometraje.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada