17 de maig 2013

Sitges, días 8 y 9: Piedad, fobias, lobos y otros monstruos

[Publicat a TuPeli (10/2012)]

El octavo y noveno días en Sitges llegaban menos cargados que los anteriores por cantidad de películas y también por el contenido de éstas, más ameno, quizás, que en las pasadas jornadas. Sólo un plato fuerte se asomaba el jueves 11 por la cartelera, temprano por la mañana y con la mente despejada. Kim Ki-duk volvía a Sitges después del documental presentado en 2011, Arirang, con una obra de ficción que se hizo –no sin polémica– con el máximo galardón en el último Festival de Venecia, muy discutido entre la crítica. Se trata del film Pietà, que narra la historia de un cobrador del saco –llamémosle así– sin compasión alguna que se dedica a extorsionar a deudores para que paguen sus hinchadísimos préstamos. En este caso, la obra de Kim Ki-duk causó en mí un efecto de suflé invertido; empezó irritándome, y mucho, la condescendencia de su violencia, la irremediable tendencia a la incomunicación gratuita, el no decir por no decir, y la constante hipersensibilidad contenida y lagrimeo de algunos personajes, además de algunas sobrantes evidencias de guión. Después, sin embargo, con el paso de los minutos, todo va encajando, explicándose y cobrando sentido para culminar en un potentísimo final que deja una imagen para la posteridad. Aplausos en la sala y satisfacción generalizada con el renacido Kim Ki-duk.

Cambiábamos acto seguido de cine y de registro para asistir al pase de Sinister, terror a la americana que aparenta ser más convencional de lo que en realidad es. La película de Scott Derrickson –al que tuvimos la posibilidad de entrevistar y publicaremos próximamente en TuPeli– aborda la clásica disyuntiva entre los intereses individuales y la responsabilidad familiar contando la historia de un escritor de ensayos policíacos que se traslada con su familia a una casa que resulta ser el escenario de un crimen. No faltan en la obra de Derrickson los elementos paranormales y los sustos intrínsecos al género, pero sí que se diferencia el guión con una dimensión emocional más elevada que la de la mayoría de películas de terror, además de un atípico poderoso final. Derrickson combina en Sinister el género más tradicional con la moda del found-footage (material encontrado, a lo Paranormal Activity) y el resultado es como mínimo correcto, digno entretenimiento con buenas dosis de tensión que si bien no dejará saciados a los buscadores de lo más aterrador, sí que dejará con mal cuerpo a buena parte del respetable.


Y no nos movíamos del Auditorio porque justo después –sí, Sitges es un non-stop fílmico inventado por el diablo– empezaba Wolf Children, giro temático de 180 grados con el que pasábamos de la imagen real y el súper 8 a la animación, del terror al drama y de los Estados Unidos a Japón. Dirigida por el reconocido animador Mamoru Hosoda (Summer Wars, 2009, La chica que saltaba a través del tiempo, 2006), Wolf Children da la vuelta al mito del hombre lobo y lo convierte en un solitario desintegrado de la sociedad, ni malo ni tan salvaje, equiparable por su planteamiento a los vampirejos de Crepúsculo. Sin embargo, Hosoda explora, más que el amor entre una humana y un hombre-lobo, la complicada crianza de unos hijos que se tendrán que adaptar como puedan a un entorno hostil hacia lo anormal. Destaca del film japonés, aparte de su impecable técnica –animación y sonido intachables– su sensibilidad y actitud positivista ante lo que hubiera podido ser un fantástico dramón. Gustó, y mucho, el film japonés, una de las principales candidatas al premio a mejor película de animación.

Acababa el día con A Fantastic Fear of Everything, filme británico de humor indie que combina distintas técnicas y formatos pero desaprovecha un tanto su potencial, salvando el pellejo gracias a la gran actuación del bueno de Simon Pegg, símbolo del nuevo humor inglés que ya nos deleitó con Zombies Party, Arma fatal (Edgar Wright, 2004 y 2007) o Burke and Hare (John Landis, 2010), vista en el pasado Sitges.


El noveno día nos depararía dos sorpresas, una buena y la otra mala. La primera, la buena, fue Hotel Transilvania (Genndy Tartakovsky), película de animación en 3D –las tres dimensiones están muy bien, y en este caso bien aprovechadas, pero siguen siendo una pesadez…– que junto a Paranorman (Chris Butler, Sam Fell) es la mejor introducción posible para los más pequeños al cine de terror. De ritmo espitoso y continua risotada, Hotel Transilvania resulta tan simpática como entretenida, antónimo del sopor que usa el mismo planteamiento que Monstruos S.A. (Pete Docter, Lee Unkrich, David Silverman), es decir, el juego con los miedos infantiles, para desarrollar una trama que aún con algún que otro altibajo y gracieta innecesaria resulta altamente disfrutable para todos los públicos.

La segunda y última película del día era ABCs of Death, obra colectiva de 24 afamados directores de género que, cada uno con una letra del abecedario, desarrollaba un cortometraje sobre la muerte de cuatro minutos de duración. Si la premisa huele a diversión asegurada, lo cierto es que el resultado decepciona. Pocos son los cortos que consiguen despertar el interés de un público que bostezó más que reírse o aterrarse, en una combinación de sangre, humor grueso y horror que deja mucho que desear.

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