Puntuació: ★★★★★
Django desencadenado deja claro, desde el primer minuto, que Quentin Tarantino ya no es ese chaval atrevido y espontáneo que deslumbró con su cine pop en los noventa, sino una figura consolidada, alguien por todos conocido que ya no cuenta con esa importante baza que es el efecto sorpresa. Sus trazos, su humor, su alma B, su dinamismo y su gamberrismo cinematográfico son sabidos por los espectadores, que sólo esperan que siga la fiesta, entregados a sus dotes. Y es que para su suerte, el director norteamericano no necesita de la sorpresa para conectar con el público; su cine tiene suficiente calidad como para no resentirse de ello y seguir una saga triunfal de films que insisten en un altísimo listón que de momento no baja, discutible tan sólo por las percepciones subjetivas que rebaten ciertos guiones, ciertos tics tarantinísimos. Así, el nuevo film del malote de Tennessee no escatima en ninguno de los ingredientes de su receta mágica, que empieza, cómo no, por unos protagonistas carismáticos hasta decir basta encarnados por un Jamie Foxx de lo más sexi y un Christoph Waltz que huele a fetiche desde su periplo nazi. A ellos se le suma un finísimo DiCaprio, canela fina interpretativa, y todo lo demás: aspersores de hemoglobina, humor frívolo y chistes tontorrones, referencias a Leone y demás figuras del otro cine, acción a punta pala y música maestro; cine de calidad tan disimuladamente pretencioso como terrenal, accesible para –casi– todo el mundo.
Poco
hay que objetar, con todo, de esta orgía cinéfila que nos ofrece Tarantino, que
aunque repita fórmulas y redunde en estructura y planteamiento, saca una vez
más a ese enano que se lo pasa bomba que todos tenemos dentro. ¿Su secreto? Dirige
como si estuviera él en la butaca, disfrutando como el que más de su propio
cine y continuas referencias, y lo transmite tan bien como el músico que se
muere de gusto cada vez que sube a tocar al escenario. Y es que pareciera que vuela
por la sala, cada vez que se proyecta una QuentinTarantino’s,
el alma de un empleado de videoclub freak
con tanto tiempo libre como material en sus manos que contagia al
respetable de su entusiasmo cual Sandman adormece al personal. Esto es;
cine-gozo.
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