26 d’abr. 2013

Sitges, día 4: Tsunamis azucarados, nazis espaciales y muñecos diabólicos

[Publicat a TuPeli (10/2012)]

Empezaba la cuarta jornada en Sitges radiante, por el tiempo y por la programación, variopinta y atractiva. La primera parada, en el Auditorio, estaba reservada para la nueva y esperada obra de Juan Antonio Bayona, Lo imposible. Después nos trasladaríamos al Retiro para ver las dos siguientes películas, la finlandesa Iron Sky y la gallega O Apóstolo, la primera una comedia retro-futurista y la segunda una burtoniana animación en stop-motion, las tres con presentación de sus respectivos directores.

Así es que comenzábamos con Lo imposible a las diez y media en una sala inusualmente llena de un público que aplaudió, y mucho, el film del director barcelonés. Lo nuevo de Bayona es un tsunami de efectos visuales, emociones y sollozos generalizados de los que Ewan McGregor y Naomi Watts son perfectos cómplices. Resulta difícil no rendirse al poderío visual y al extraordinario sentido estético de Bayona, quien en tan sólo dos películas se presenta como uno de los realizadores españoles con más proyección internacional del momento y de siempre. Lo imposible es técnicamente perfecta, nada renquea en esta crónica en imágenes que hace sentir miedo y asfixia y que sabe plasmar brillantemente la fuerza de la naturaleza más desbocada. Falla el film, no obstante, en otras facetas igualmente importantes hacia las que el director es, quizás, menos sensible. El guión y especialmente la banda sonora evidencian el clasicismo formal del film, que aboga por un tratamiento emocional inducido que impide que la potentísima historia real que hay detrás conmueva por sí misma, forzando el lagrimeo a base de bien con una fórmula efectiva pero discutible, y en todo caso sobradamente manida. Chocan aquí la sal con el azúcar, y aunque eso resta enteros al conjunto, no empaña un trabajo sobresaliente en multitud de aspectos –cabe mencionar la rotunda labor actoral del joven protagonista, un Tom Holland incontestable que nos presentaba la película junto a Bayona– que, efectivamente, avasalla al respetable con su potencial cinematográfico para dejarlo pasmado y al borde del sollozo.


Mucho más ligera, en todos los sentidos, era la segunda incursión del día, Iron Sky, a la que iba con más pereza y reticencias. Bendita inocencia, la del finlandés Timo Vuorensola resultó ser la alegría de la huerta, film financiado a base de crowfunding que consigue amortizar hasta el último céntimo arrancando carcajadas con un humor mixto y variado que va desde la sátira política hasta la parodia de grandes hits de internet. Tan disfrutable es su sentido de humor como su diseño de producción, que juega a combinar lo ultramoderno con las tecnologías de los cuarenta y que nada tiene que envidiar de grandes producciones sci-fi. Personalmente siento una gran debilidad hacia este tipo de cine, desacomplejado y dedicado únicamente a la carcajada, al humor perspicaz y en definitiva al gozo del espectador, por lo que, no lo voy a negar, disfruté como un enano de la película de Vuorensola.


Por último, mi cuarto día de cine en Sitges finalizaba con la notable O Apóstolo, pequeño gran film de animación dirigido por  Fernando Cortizo que relata las desdichas de unos peregrinos que, después de todo el día caminando, se encuentran pasando la noche en una siniestra aldea. Con las voces de Luís Tosar, Geraldine Chaplin y Jorge Sanz, entre otros, este relato fantástico con aires del mejor Burton seduce y convence tanto por la historia como por, sobretodo, su pulida animación, que subraya como ya lo hacía hace unos meses Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011) el potencial gallego en este campo.

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