2 de des. 2011

Crítica de Premonición (Et après...)

[Publicada a Tu Peli (25/11/2011)]

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Ni ahorrando en adornos innecesarios, ni aplicando las dosis justas de cada ingrediente, ni intentando crear formas nuevas, ni esquivando los productos más delatadores, ni quitándole las velas. Un pastel es un pastel porque para eso está concebida su base, sea de lo que sea. Más empalagosa o menos, su naturaleza azucarada y copiosa coartará siempre su existencia, y por mucho que aspire a ello nunca será apta para diabéticos. Premonición, del francés Gilles Bourdos, da la sensación de ser un pastel insatisfecho con su condición, de aspirar a algo más, a convertirse en una Tarta Tatin con una notable dirección artística y actoral como máximos argumentos. Se olvida, no obstante, que en su misma base está su mayor limitación.

La película, basada en la novela Et après…, del escritor de best-sellers Guillaume Musso, explica una historia sobre la vida y la muerte con ramalazos místicos, casi new age, entre los que no faltan los elegidos, los protectores, y demás criaturas pseudoangelicales que velan por nosotros continuamente. El protagonista, un abogado de alto standing neoyorquino –de origen francés–, ahoga su profunda pena por la pérdida un ser querido con sobredosis de trabajo, sin prestar atención a su entorno, por un despecho casi irracional hacia el mundo y su propia vida, hasta que… ¿les suena el argumento? Efectivamente, la historia abunda tanto en tópicos como en lecciones de vida de primer curso; carpe diem, cuida de los tuyos y no descuides lo que importa en la vida… El guión, agrietado, no ayuda tampoco a compactar un film que se ha hecho mil veces en todos los géneros: mezclen El Sexto sentido con Destino final, substituyan la hemoglobina por glucosa, añádanle unas virutas de Ghost, y les resultará Premonición.

No obstante, y por suerte, la base no lo es todo en un pastel; según con qué se cubra, según con qué se decore, el resultante puede verse claramente beneficiado. Así es, felizmente la película se revaloriza gracias a su propuesta estética, elegante y cálida, con un uso delicado de las luces y tonalidades y una acertada fotografía, que explora el paisaje neoyorquino con un gran sentido de la composición. A esto se le suma una labor actoral seria y creíble de Romain Duris, John Malkovich, Evangeline Lilly y compañía, que refuerza a un conjunto necesitado de tapiar sus irregularidades. Con todo, y asumiendo que un pastel es un pastel, el resultado final es una ración suficientemente medida en azúcares y más que apta para el consumo masivo, que raramente hace ascos a las altas dosis de edulcorante.

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